Estrategia comunicacional

Crisis en la era de la desinformación: cómo responden las marcas a los ataques falsos

En febrero de 2025, la propagación de noticias falsas y desinformación sigue siendo uno de los mayores desafíos para las empresas. Mientras la información viaja más rápido que nunca, su fiabilidad deja mucho que desear. Las marcas deben actuar no solo como actores del mercado, sino también como defensores de la verdad, combatiendo ataques dirigidos, escándalos fabricados y difamación generada por inteligencia artificial.

Comprender la amenaza: la desinformación como desencadenante de crisis

En los últimos años, empresas de todos los tamaños han sido víctimas de narrativas falsas creadas con la intención de desacreditarlas. Desde reseñas manipuladas hasta noticias completamente inventadas, las tácticas se han diversificado, muchas veces impulsadas por bots y cuentas anónimas. Este contenido se difunde rápidamente en redes sociales, causando consecuencias reales como caídas bursátiles o boicots de clientes.

A diferencia de las crisis de relaciones públicas tradicionales, los ataques falsos son difíciles de contener porque no se basan en hechos verificables. Suelen surgir de forma repentina, dejando a los equipos de comunicación sin preparación. Una sola publicación viral puede desatar una avalancha de desconfianza, independientemente de su veracidad. Las marcas sin estrategia mediática proactiva quedan vulnerables en tales situaciones.

En el centro del problema está la erosión de la confianza pública. Cuando la gente duda de la credibilidad de la información, se vuelve más susceptible a las mentiras sensacionalistas. Para las empresas, esto significa un entorno volátil donde la gestión de reputación requiere tanto estrategias reactivas como mecanismos de verificación preventiva.

El papel de la IA y los deepfakes en los ataques modernos

Una de las características definitorias de la desinformación moderna es el creciente uso de contenido generado por IA. Solo en 2024, los casos denunciados de deepfakes contra figuras públicas y corporaciones aumentaron un 67%. No se trata solo de vídeos manipulados; la IA puede falsificar audios, clonar elementos visuales de marca e incluso crear sitios web fraudulentos que imitan a los originales.

Por ejemplo, una entidad bancaria europea fue víctima de un vídeo generado por IA donde un supuesto directivo emitía información financiera falsa. Aunque fue desmentido rápidamente, el vídeo causó preocupación entre los inversores. Tardaron días en restablecer la credibilidad, lo que demuestra el realismo de estas amenazas.

Enfrentar tales herramientas requiere respuestas tecnológicas avanzadas. Algunas empresas utilizan blockchain para verificar declaraciones oficiales o firmas digitales para autenticar contenido. Otras colaboran con empresas de ciberseguridad especializadas en rastrear desinformación. Combatir estos ataques exige el mismo nivel de sofisticación tecnológica con el que se crean.

La comunicación estratégica como herramienta de defensa

Las organizaciones que enfrentan crisis falsas deben contar con una estrategia de comunicación flexible y bien preparada. La velocidad es clave: las primeras horas tras la aparición de noticias falsas son críticas para tomar el control del relato. Las empresas que tardan en reaccionar pierden la oportunidad de influir en la percepción pública.

Las respuestas efectivas comienzan con la verificación rápida de los hechos, seguida de una comunicación clara y directa a las audiencias clave: clientes, medios, reguladores y socios. La transparencia es esencial: reconocer lo que se sabe y lo que no evita especulaciones y genera confianza. Un mensaje coherente en todos los canales refuerza la credibilidad.

Además, mantener una presencia activa en línea incluso fuera de periodos de crisis ayuda a construir canales de confianza con la audiencia. Cuando surge una campaña de desinformación, esos puntos de contacto se vuelven cruciales para difundir información verificada. El compromiso regular también dificulta que las narrativas falsas se afiancen.

Preparación interna y participación del personal

La comunicación de crisis no puede funcionar aislada del resto de la empresa. Las compañías deben capacitar a sus empleados para detectar señales de desinformación y saber cómo actuar. Las políticas de redes sociales deben estar claras y actualizadas, especialmente para quienes tienen roles públicos.

Algunas empresas realizan simulacros de crisis que involucran múltiples departamentos para probar sus protocolos de respuesta. Esto permite detectar debilidades y asegura que cada equipo entienda su rol en una respuesta coordinada. La preparación incluye también a TI, RRHH y departamentos legales, ya que los ataques pueden implicar filtraciones de datos o litigios por reputación.

El personal también puede ser un defensor externo de la marca. Animar a los empleados a compartir actualizaciones oficiales y corregir la desinformación dentro de sus redes genera un efecto multiplicador de contenido creíble. Las voces humanas siguen siendo un poderoso antídoto contra las mentiras, especialmente cuando provienen del interior de la organización.

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Restaurar la reputación y aprender del ataque

Aunque se haya detenido una campaña de desinformación, sus efectos pueden persistir. Las marcas deben centrarse en reconstruir la confianza a través de la transparencia. Esto incluye publicar cronologías detalladas de lo ocurrido, acciones tomadas y medidas para evitar futuros incidentes. Esta honestidad muestra responsabilidad y ayuda a reparar la reputación dañada.

La recuperación también implica escuchar a las partes afectadas: clientes confundidos, inversores escépticos. Atender sus inquietudes con respuestas personalizadas es clave para recuperar la credibilidad. En algunos casos, se puede recurrir a acciones legales contra los creadores del contenido falso, aunque rastrearlos y enjuiciarlos sigue siendo complejo.

Cada crisis representa una oportunidad de aprendizaje. Las empresas que tratan los ataques falsos como lecciones se vuelven más resilientes. Mejoran sus sistemas de monitoreo, afinan sus mensajes y encuentran aliados en medios, universidades o fuerzas del orden. La capacidad de aprender con rapidez es un activo clave en esta guerra de información en constante evolución.

Gestión proactiva de la integridad de marca

Además de medidas reactivas, la gestión proactiva de la integridad se está convirtiendo en una práctica estándar. Esto incluye auditorías periódicas de menciones, alertas automatizadas ante señales de desinformación y colaboración con redes de verificación. Algunas empresas usan análisis de sentimiento para detectar cambios en la percepción pública desde el inicio.

Ser proactivo también significa contribuir a un ecosistema informativo más saludable. Las marcas pueden apoyar programas de alfabetización mediática o colaborar con instituciones educativas para concienciar sobre la desinformación. Con esto demuestran responsabilidad social y se suman a la lucha colectiva contra las falsedades.

En última instancia, en una era donde la verdad está bajo ataque, la integridad es una ventaja competitiva. Las empresas percibidas como confiables y resilientes mantendrán la lealtad de sus clientes, atraerán mejor talento y estarán mejor preparadas ante los desafíos que traiga la próxima disrupción digital.